¿Te gustaría encontrar una fórmula matemática que te haga ganar dinero en bolsa?

La teoría de O’Shaughnessy hace precisamente eso. ¿Cómo? Lo único que tienes que hacer es comprar acciones de las 50 empresas que más hayan subido en bolsa en los últimos 12 meses, siempre y cuando:

  • Sus beneficios se hayan incrementado año a año en todos y cada uno de los últimos 5 años.
  • Su capitalización bursátil sea inferior a 1,5 veces sus ventas.

¿De verdad funciona?

¡Por supuesto! De hecho, si hubieras invertido 10.000 dólares en 1954 utilizando este método, en 1994 tendrías ¡más de 8 millones de dólares!

La fórmula se publicó por primera vez en el libro “What Works in Wall Street” en 1996 y, desde 1999, está protegida por la patente estadounidense número 5.978.778.

Pero James O’Shaughnessy no se limitó a publicar un libro y patentar el hallazgo.

Al poco de su publicación, James lanzó cuatro fondos de inversión basados en su método.

Para finales de 1999, había captado más de 175 millones de dólares de inversores de todo el mundo.

En su carta a los inversores de ese mismo año, O’Shaughnessy confiaba en «que juntos podamos alcanzar nuestros objetivos a largo plazo manteniendo el rumbo y ciñéndonos a nuestras estrategias de inversión probadas en el tiempo.»

Pero «lo que funciona en Wall Street» dejó de funcionar justo después de que O’Shaughnessy publicara su libro.

Al cabo de tres años, sus fondos apenas lograban una revalorización del 30% en un período en el que el índice S&P500 se revalorizaba casi un 100%.

¿Qué es lo que pasó? ¿Cómo es posible que un método que había funcionado durante más de 40 años dejara de funcionar de la noche a la mañana?

Hay tres razones que lo explican.

Qué es (y qué no) un método de inversión

En primer lugar, el método de O’Shaughnessy no era tal.

O’Shaughnessy se limitó a realizar un análisis estadístico de correlación entre la evolución del precio en bolsa de las empresas del S&P500 y la evolución de miles de variables relacionadas. Después, seleccionó las variables que obtenían el mejor resultado.

El problema es que en ningún momento intentó demostrar que existiera una relación causa-efecto, por lo que terminó construyendo un “modelo” basado en una simple correlación.

Es lo que en estadística se conoce como falacia post hoc, y es una trampa en la que todos caemos de vez en cuando.

Cuando observamos que ciertos sucesos ocurren en una determinada secuencia llegamos a la conclusión de que lo que sucedió primero es la causa de lo que sucedió después. Es así como se origina la mayoría de las supersticiones.

A principios de 2021, un equipo de investigadores de la Universidad de Alabama demostró, siguiendo esta misma falacia, cómo la ausencia de piratas en los mares es la verdadera causa del cambio climático en nuestro planeta. Aquí el gráfico que lo demuestra:

Obviamente, no es más que otro caso absurdo de correlación entre variables.

El tiempo todo lo cambia

En segundo lugar, el método de O’Shaughnessy se basaba únicamente en la evolución de la bolsa en el pasado. El problema de los análisis es que la realidad con la que tenían que enfrentarse las empresas en el año 2000 era muy diferente a la realidad de 1950.

Un buen modelo tiene que ser capaz de adaptarse a los cambios.

Por ejemplo, la gran empresa típica de 1950 tenía grandes inversiones en inmovilizado como fábricas, maquinaria, terreno… Todo ello se reflejaba en valores contables muy altos, cercanos a su precio en bolsa.

Hoy en día, empresas como Apple o Google tienen muy pocas inversiones en ese tipo de inmovilizado y su valor en libros es, apenas, un 5% de su capitalización bursátil. Sus mayores activos son intangibles y no aparecen en la contabilidad: su marca, su capacidad de innovación…

Un modelo que se base únicamente en el valor contable para predecir la evolución del precio en bolsa de una empresa está condenado a fracasar hoy en día, por mucho que hace 50 años tuviera una precisión excepcional.

El fin de la profecía

Por último, en las raras ocasiones en las que sale a la luz un método estadístico que permite ganar dinero en bolsa sin esfuerzo, su uso se generaliza entre inversores de todo el mundo rápidamente. Esta generalización provoca cambios en el comportamiento del mercado lo que, a su vez, hace que el método deje de funcionar.

Es el caso del “efecto enero”.

En la década de 1980, múltiples artículos académicos y best-sellers popularizaron el “efecto enero”. Una metodología de inversión que prometía una rentabilidad adicional de hasta 10 puntos porcentuales a sus seguidores.

Simplemente comprando acciones de empresas pequeñas y medianas a finales de diciembre y vendiéndolas a principios de enero, cualquier inversor hubiera logrado batir al mercado en 8,5 puntos porcentuales entre 1962 y 1979.

La explicación de este efecto sería que durante los últimos días de diciembre los inversores venden muchas de sus posiciones con pérdidas. No lo hacen porque ya no quieran invertir en esas empresas, sino con el objetivo de generar pérdidas patrimoniales que puedan compensar con las ganancias que hayan obtenido en el resto de sus inversiones, reduciendo así su factura fiscal. La venta masiva de acciones de este tipo de empresas provocaría una bajada de precio puntual durante el mes de diciembre que se revertiría cuando, en enero, estos mismos inversores volvieran a comprar las mismas empresas.

El problema es que, a medida que se popularizó la estrategia, la rentabilidad cayó rápidamente. Los inversores avispados comenzaron a comprar en la caída de diciembre, provocando que la caída fuera menor cada año, y a vender a mediados de enero, haciendo que la subida fuera también más moderada. Y así, una década más tarde, la rentabilidad adicional era ya menos de la mitad. El efecto, a día de hoy, es prácticamente inexistente.

¿Cuál es entonces la fórmula secreta para ganar en bolsa?

La verdadera fórmula secreta

La verdadera fórmula secreta para ganar dinero en bolsa es… que no hay ninguna fórmula secreta. Al menos no una que podamos aplicar de forma infalible utilizando solo un Excel.

Pero eso no quiere decir que no se pueda batir al mercado.

En MonkStreet somos la viva prueba de ello. Llevamos más de una década haciéndolo. La rentabilidad desde el inicio de nuestras recomendaciones es de más del 600%.

Nuestra fórmula secreta es el sentido común: apostar por el largo plazo, diversificar, invertir en las empresas que dominarán el mañana y no dejarnos llevar nunca por las emociones. Invertir y no especular.

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